Por MARINO BAEZ
“Lo malsano en ocasiones, suele ser confundido hasta con el amor, pero quienes verdaderamente aman, no matan ni perjudican”.
En un mundo que al parecer gira a lo inverso, sin lugar a dudas y; sin caer lo peculiar, no hay otra forma de adquirir los conocimientos básicos para llegar a la cima que no sea mediante la lectura de un buen libro, sin importar el género literario, por lo que les recomiendo a mis seguidores y lectores adquirir en lo inmediato “El confesionario de Aida”, una novela de la escritora dominicana Marialina Martínez Frei. En esta historia se hace un contraste con el arte, las pasiones y la violencia de género, en un ambiente auténtico del Caribe.
Es una obra sencilla, entendible, donde la autora hace un enfoque sobre una periodista cubana que trata de rehacer su vida en Surinam, tras sufrir en su país natal el maltrato del hombre que amaba y un día encuentra casualmente en un mercado unos papeles viejos en los que una mujer llamada Aida, cubana, al igual que ella, crecida en el seno de una familia disfuncional, a la cual le cuenta su historia para ayudarla a salir adelante y así convencerla de que la violencia de género es una lacra que hay que erradicar con el concurso de todos.
El confesionario de Aida, es una novela que contrasta mucho con la cotidianidad del mundo, basando su argumento en la vida real, así lo deja entrever la autora al hacer referencia sobre una supuesta llamada nocturna que recibe, donde se le informa del asesinato brutal de una mujer, lo que se convierte en una pista sin desperdicio del contenido de la novela.
La historia se cuenta con un lenguaje claro que luce las señas de identidad del español del Caribe: –A la verdad Nidia que a mí no me gusta meterme en vidas ajenas. -Ernesto iniciaba la conversación. – Pero chica yo quisiera saber ¿qué carajo le vez tú a ese tipo? Vamos a estar claros compañera, él será buen artista y todo, pero de ahí a lo que te pintó a ti en la cara, eso sí que no tiene nada que ver con el arte. (Página 11)
Es muy sugerente la estructura del texto, que recuerda el juego de las muñecas rusas: al encontrarse con una vieja carpeta la protagonista echa la vista atrás, y estos recuerdos dan paso a otros, y estos a otros… Ambos detalles le resultaron más que familiares, por un lado, el año anotado y por otro, la palabra tormenta con la que ella desde siempre tuvo tanta familiaridad. Aquellos datos, sin lugar a duda fueron como el llamado de su conciencia dormida. (Página 5)
En la novela de Marialina Martínez Frei, nativa del Distrito Municipal de Jayaco, provincia Monseñor Nouel y residente en Suiza, se recupera la tradición cervantina de “historias dentro de la historia”: la de Nidia se convierte en la de Aida, que se hace realidad conforme la segunda, la va contando y la primera la va leyendo. O sea, en ella se reivindica el papel terapéutico de la literatura: Al parecer estaban más que complacidas y pretendía avanzar, continuar analizando lo que estaba escrito en aquel material, que, sin imaginarlo, provocaba en Nidia cierta tranquilidad. En el momento representaba un canal de desahogo (…). (Página 67)
Lo más importante en toda obra es que la trama se apoye en unos personajes bien construidos, sobre todo creíbles. El confesionario de Aida cuenta con todas las herramientas de la literatura universal para convertirse en un best seller, catapultada por un contenido para satisfacer con inmediatez al lector.
En esta novela, el papel de Aida tiene un doble interés; y al narrar la obra, Marialina Martínez Frei, aporta una voz fresca con la que a veces brinda momentos de humor, donde se genera una distinción entre el gato Simeón y el camión Simeón, sobre todo, como protagonista de un coherente relato de formación: (…) ya me daba igual lo que el señor opinara, simplemente me arreglaba lo más bonita posible que yo sí que no quería quedarme para vestir santos o sin novio o que se me pasara el tren, frase esta última que no sé en dónde la escucharía, porque tren pasar por estos lados, dígame usted, eso solo podía ser la imaginación (…). (Página 104)
En la narrativa, los roles de Ernesto y Fernanda son relevantes, suponen de contrapeso unos seres al límite y como psicólogos, intentan reconducir la situación, hasta convertirse en los ojos y los oídos del lector.
La lectura de esta novela despierta en el lector un gran interés, porque su autora plantea en la narración un interesante debate sobre el condicionamiento de las personas por la educación que han recibido y el ambiente en que han crecido. Este determinismo se singulariza en las disfuncionales familias de Eduardo, Nidia y Aida: La madre de Claudio, cansada de aguantar golpizas injustificadas por parte del padre de este, un buen día se levantó, aprovechando que el hombre estaba durmiendo la borrachera, y decidió sin medir consecuencias salir de aquel pedazo de cosa que tantas veces le había abusado. Un golpe contundente con el hacha que siempre estaba debajo del fogón de la cocina, lo despachaba para el otro lado. (Página 13)
El confesionario de Aida es una novela emocionante y necesaria por su compromiso vibrante contra la violencia de género. Es una obra que además de entretener, educa, ya que muestra la cruda realidad de uno de los peores males de nuestro tiempo (de todos los tiempos), al retratar con crudeza la violencia de género. Hazte una confesión ante el confesionario de Aida.
El autor es escritor y periodista
Reside en los Estados Unidos