Por Emilia Santos Frias
Partiendo de que, “el dolor mental es menos dramático que el dolor físico, pero es más común y también más difícil de soportar”, como decía el apologista cristiano, Clive Staples Lewis, la efeméride que hoy conmemoramos: Día Mundial de la Salud Mental, hace honor fehaciente a las acciones que motivaron su creación.
En nuestro caso, la República Dominicana, honra la ocasión con una población quebrantada. Algunas personas sufren en silencio, mientras otras, deambulan por las calles de las ciudades y poblados.
Pero la exhortación de la efeméride es clara: urge operativizar más acciones de prevención, promoción y tratamiento de los trastornos mentales, concretamente ahora, que nuestra población sufre los embates de la pandemia; que tiene dificultades económicas y sociales, causadas además, por los altos costos de los servicios básicos; por las carencias y las desigualdades sociales, desveladas cada día a través de nuestros medios de comunicación.
Esos mismos medios de comunicación moderna y tradicional, que son utilizados por nuestras autoridades para promocionarse; para buscar notoriedad personal, y no para corregir problemáticas o exhibir acciones serias y fuertes que contribuyan a la garantía de derechos fundamentales. Siendo parte del segmento poblacional que revictimiza a los grupos vulnerables, aun teniendo poder para hacer aportes.
Apremia que pasemos del discurso a la acción, y se observe la aplicación de forma rápida u oportuna de políticas públicas, para prevenir, promocionar y tratar, padecimientos mentales de una población, que luego de convivir con la pandemia de la covid-19, ha acrecentado su martirio. No es tema de normativas para actuar, somos un país legalista, el fallo está en la creación y ejercicio serio de las actividades. ¡Dejar a la apatía, que ya es un eje transversal presente en múltiples problemáticas que vive nuestra nación!
La Constitución de la República, las leyes, General de Salud, 42-01, y la 12-06, de Salud Mental, son solo algunos ejemplos para crear buenas prácticas, mediante la oportuna asistencia, basada en humanización y calidad de los servicios. Pero, parece que preferimos seguir arrastrando un sistema curativo, en vez de disfrutar del sistema preventivo, integral e inclusivo, que amerita mayor presupuesto.
Al otorgar al Sistema Nacional de Salud, por ejemplo, el 5 por ciento del Producto Interno Bruto, se podrían eliminar problemáticas, se crearán y desarrollarán programas de prevención de enfermedades, entre ellas la de salud mental, que también es catastróficas, de alto costo y complejidad. ¡Así se garantiza derechos fundamentales de todas las personas!
Se que usted identifica esta realidad, si no, de una vueltecita por las principales calles de nuestra ciudad, se encontrará con cientos de personas con trastornos mentales que deambulan calle arriba y calle abajo; residen a la vista de todas y todos, en nuestras aceras, debajo de nuestros puentes, en desniveles, incluso en cuevas. Haga el ejercicio, si aún vive de espalda a esta lamentable realidad, visite nuestras provincias, verbigracia, San Cristóbal.
Pero, hagamos aportes, como nos exhorta el papa Francisco, no dejemos a solas a las personas enfermas mentales, ni le discriminemos; es necesario acogerlas y apoyarlas. Todos sufrimos de una forma u otra, ¡brindemos socorro! Esa simple acción, también contribuye a fortalecer el Estado social, democrático y de derecho.
Señores autoridades, ya dejen las banalidades y céntrense en sus compromisos con la población que los eligió para esos puestos de poder. Si L’État, c’est moi, “El Estado soy yo”; frase que ustedes saborean, entonces, ¡accionen sus potestades!; los puestos públicos no son herencias familiares. La realidad que viven las personas con problemas mentales, nos parte el alma.
Buscando consuelo encontramos que Lao Tzu, nos dejó un mensaje poderoso. Este pensador chino, creador del taoísmo, filosofía espiritual que propicia vivir en armonía, al referirse a la salud emocional y física, decía que: “la salud es la mayor posesión, la alegría es el mayor tesoro y la confianza es el mayor amigo”, frases lapidarias, que no debemos olvidar. La salud y la dignidad danzan al mismo compás.
Amigas, amigos, también, la consciencia de nosotros mismos, para que podamos abrirnos a disfrutar de salud y contribuir con la salud de los demás: la mayor riqueza, porque ella nos conduce a la felicidad. Cambiemos, como decía Abraham Maslow, el psicólogo más influyente de la corriente humanista.
Nuestro país amerita fortalecer la respuesta a la problemática de salud mental, para que su población exhiba bienestar y pueda observar aptitudes positivas, para enfrentar los apremios de la vida, ante los embates socioeconómicos, biológicos y medioambientales. Nuestro no es rotundo a la exclusión social, las barreras económicas de acceso a la salud y el estigma ante esta enfermedad.
Como el estado de nuestras vidas es un reflejo del estado de nuestra mente, tal como refería el psicólogo y escritor de libros de autoayuda, Wayne Dyer, a ti que lees estas líneas, te suplico ayudes al que sufre, no olvides que de nuestras vulnerabilidades vienen nuestras fortalezas. Dios está contigo, fortalece tu relación personal con él y déjalo que haga su obra.
Hasta pronto.
La autora reside en Santo Domingo
Es educadora, periodista, abogada y locutora.