Por Emilia Santos Frias
Es extraña la ligereza con que las personas malvadas creen que todo les saldrá bien, así solía decir el romántico dramaturgo Victor Hugo; célebre novelista, autor de algunas de las obras cumbre de la literatura universal, entre ellas, Los Miserables. Pero olvidan, que solo el conocimiento ofrece poder, porque el dinero nada más sirve, para comprar cosas.
Estas premisas nos guían a hacer alusión al rol de los medios de comunicación; llamados a garantizar derechos humanos y fundamentales. No a ser utilizados para alienar, es decir perturbar a la población, sino, para contribuir a elevar el nivel educativo y cultural, mediante su función: informar, entretener y orientar, con lo que, se fortalece la democracia y las personas adoptan hábitos que les permite vivir en paz.
Esto así, porque en los medios de comunicación como sistemas e instrumentos, tanto de masa como interpersonales, descansa el compromiso de fomentar valores; visibilizar y enriquecer la cultura autóctona; impedir ataques a grupos vulnerables y jamás consentir acciones que produzcan involución social.
En ellos, tanto en los medios tradicionales como electrónicos y redes sociales, podemos buscar y obtener views o vistas; hacernos populares; pero siempre, salvaguardando derechos humanos, al no hacer que la diferencia se convierta en desigualdad. Inculcando valores morales, esos que deben ser cultivados en la familia y la escuela; al no permitir ataques a grupos vulnerables, entre ellos, la mujer.
Los medios de comunicación no están para esparcir odio; esa tendencia, como decía el moralista Plutarco, que tienen algunas personas a aprovechar todas las ocasiones para perjudicar a los demás. Al contrario, están llamados a extender sosiego, libertad y paz. Como es bien sabido, y precisaba el escritor Edmund Burke: para que triunfe el mal, es necesario que los buenos no hagan nada.
Estas deducciones nos extrapolan a la impronta viviente de dominicanas como la polifacética Mercedes García, a quien en el ambiente artístico y cultural hemos conocido desde los años 90, como Cheddy García, una mujer que desde las entrañas de nuestro folklore popular, conquistó el éxito profesional y personal, gracias a su fuerte formación académica y sensibilidad humana.
Agraviar a Cheddy es ofenden a la mujer dominicana, que ha sabido con desmedido esfuerzo, salir adelante; levantar una familia y mantenerla unida; ser exitosa en su vida profesional y vivir con la dignidad que vive quien ha saboreado el amargo sabor de la retama en busca de la miel de Manuka, de prado o multifloral.
Estamos contestes, como afirmaba el inmortal Martin Luther King Jr, de que la oscuridad no podrá nunca expulsar la oscuridad, porque sólo la luz puede hacer eso. Por tanto, el odio no lo podemos expulsar con odio, ya que, sólo el amor puede hacerlo. Cheddy García, nos ha dado demasiadas alegrías, y eso solo lo ofrece quien tiene afección en su corazón, más allá de su modus vivendi.
En Cheddy García hago reverencia a todas nuestras mujeres, heroínas anónimas y conocidas, que han hecho aportes significativos y genuinos a nuestra democracia plena, al respeto de derechos y al amparo de la población ante necesidades básicas perentorias; a las deudas sociales que tiene nuestra nación con la ciudadanía.
Recuerdo a aquella joven estudiante de Educación en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), siempre enfocada, militante de cada actividad cultural que realizábamos en las distintas facultades, desde el Movimiento Cultural Universitario (MCU), del cual formé parte, en el reducido grupo de Literatura. Nos extasiábamos con esa sobresaliente declamadora de poesía negroide. La hija del barrio que se desplazaba por el campus en una pasola, vestida de elevado nivel educativo, con el que imprimía orgullo a las y los estudiantes de escasos recursos como yo, con hambre de sabiduría y progreso.
Alabo su trayectoria pulcra; se que en el camino ha saltado grandes obstáculos, pero ha salido baldea, porque es lo que pasa con la gente buena, que lucha con tesón sin desmayar ni descuidar a su familia, a su pueblo. Al tiempo que, ha estampado aportes a la cultura dominicana en cada proyecto que ha emprendido: sus chistes, poemas, muñecas, películas. Siendo multidisciplinaria, con una dilatada senda en televisión y programas en radio.
En fin, por su alegría, acciones humanistas, sororidad y ejemplo de vida digna. También, como madre soltera que ha formado a su descendencia en valores. Por su aportes al folklore mediante sus escritos de tan magna calidad, que el excelso don Mariano Lebrón Saviñón,escritor y médico dominicano, creador del Movimiento Literario Poesía Sorprendida, principal figura de la Academia Dominicana de la Lengua, en su vida terrenal, le sirvió como prologuista.
Ella es una mujer inmensa, que inspira, que no necesita defensa, porque sabe muy bien cómo orquestarla, pero su rastro de trabajo honesto; vestido de valores universales, mueve a ponderar su figura. Además, por su largo transitar en el buen hacer de nuestra nación, reafirmamos la categoría de fans o admiradoras-res, por ser una persona que nos motiva a ser mejores seres humanos; que no alberga ni insta al odio desde sus plataformas y redes sociales, sino que procura que vivamos con felicidad.
Es por ello, que ponderamos que la familia, los ministerios de Cultura, Educación, Educación Superior, Ciencia y Tecnología, deben ser más oportunos en la transmisión de las acciones culturales y correctivos a todo lo que sea retroceso. Asimismo, la Comisión Nacional de Espectáculos públicos y Radiofonía, entre otros, deben procurar ser más eficaces en la observancia a los parámetros que deben seguir quienes hacen contenido desde los medios de comunicación y castigo a desatinos.
Todo el que hace uso de medios de comunicación de masa y redes sociales debe coadyuvar en que la presente y futura generación, al tiempo que se entretienen, adquiera valores universales, mediante informaciones dinámicas, pero garantistas de derechos humanos y fundamentales. Conscientes de que el arte no valida la degradación social.
Como bien dice Cheddy García, dejemos que el talento sea la estampa de promoción que celebremos desde nuestros medios. Ciertamente, la confrontación, los escándalos, la violencia psicológica; lesionan el buen nombre; la injuria y la difamación, solo hacen daño e invisibilizan derechos de las personas; llevan desasosiego al ser humano, pudiendo y teniendo derecho a vivir en paz, que es tener virtud y justicia en nuestra vida.
La exhortación es simple: con nuestras acciones desde los medios de comunicación tradicional y moderna, podemos vencer el mal, usando como escudo el bien, como recomienda Romanos 12:21. Permitamos entonces, que brille el talento. Es sabido que elevará el nivel de avance de la riqueza cultural y artística que posee la República Dominicana, y mientras eso ocurre, sigamos resguardando derechos de nuestra población; ¡honremos a la mujer y exaltemos a todas las que nos inspiran!
Hasta la próxima.
La autora reside en Santo Domingo
Es educadora, periodista, abogada y locutora.