Gesto fílmico sutil que enfrenta la hipocresía social, la superficialidad emotiva, vestida de prejuicios y sazonada de conceptos heredados del patriarcado español.
José Rafael Sosa
La vida era eso, (David Martín de los Santos, 2021) la vimos en el 14 Festival del Cine Global Santo Domingo, junto a un público que quedó impactado por la sobria elegancia visual de sus imágenes trenzadas con ternura y cuidado sobre uno de los temas más cercados por los tabúes y el prejuicio: la sexualidad de las personas de avanzada tercera edad.
Petra Martínez, una veterana de la comedia y el drama, (La mala educación (2004) de P. Almodóvar, La noche de los girasoles (2006) y La soledad (2008), de Jaime Rosales, premiado en la XXII edición de los Goya.), aporta el alma del filme con enorme dominio de sus parlamentos, el expresivo discurso de sus ojos y una gestualidad natural y fluida, acometiendo un tema tan espinoso y cargado de traumas e interpretaciones subjetivas.
Su contraparte, la joven Anna Castillo (Adu, Donde caben dos, La llamada (musical) y El Árbol del Abuelo), premiada como actriz revelación en los Premios Goya por su actuación en El Olivo, se coloca a nivel de la veterana.
Durante la primera mitad, que se desarrolla virtualmente en una cuarto de hospital, en el cual el director apela a primeros planos y tomas no tradicionales para evitar el tono escénico del teatro.
La vida era eso, ópera prima de su director, que también la escribe, corresponde a la necesidad de David Martín de los Santos, de referirse a la verdad innombrable y hacerlo con una sutileza casi mágica, sin panfletos eróticos de por medio, con la medida precisa y prudente de cada una de las escenas.
Su don es que no muestra. Solo sugiere. El equipo actoral que parece comprometido con el cometido, más allá del contrato. es un llamado a nuestra hipocresía social, nuestra superficialidad emotiva, vestida de prejuicios y sazonada de conceptos heredados del patriarcado español que sigue siendo la causa de tantas vidas de mujeres frustradas en la sexualidad y muchos otros aspectos y en particular del aspecto más invisible del machismo que se sigue reciclando a pesar de los tiempos de postmodernidad.
Al final el drama deja el público en silencio y admirado de la forma en que hace hecho coincidir una realidad normalmente cargada de silencios culpables, de ruinosas concepciones machistas y un tratamiento sutil responsable, simbólico, y mágicamente irreverente.
La vida era eso, es magia en el cine, sugerencia delicada en el tema, belleza sin arrebatos visuales, obra que respeta y que se hace respetar por lo inusual y noble de su trato.
Un cine para disfrutarlo una y otra vez y al final, sin aplausos ni alardes, proclamar para los adentros: “Es el cine que deberíamos tener siempre:”. Tendrá otro pase en el Festival Global. No se la pierdan.